Segunda quincena.

La buena memoria no es una de mis virtudes. Con preocupante facilidad olvido aniversarios, actores de Hollywood y fechas importantes del calendario escolar.

Pero si hay algo que permanece, incluso después de más 25 años, es la capacidad de recordar a gente que me cagó las vacaciones. 

Convengamos que ya cagar a alguien está mal, pero si además te arruina ‪las dos‬ semanas más esperadas y sobrevaloradas del año, asciende inmediatamente a las categoría de recordable e imperdonable, de la cual no hay más descenso posible.

No le importo que hayamos estafado a los amigos del club y a los negocios que le fiaban a mamá con rifas mentirosas siempre vacantes; tampoco le importo que hayamos pasado noches enteras armando pulseritas con mostacillas celestes y blancas para venderlas a los quioscos en vísperas del mundial; y mucho menos le importo que hayamos quemado tardes de adolescencia limpiando terrenos de abuelas generosas bajo el sol de diciembre. 

Nada le importo cuando fingió perder la billetera el primer día de la segunda quincena de enero. Los garcas no se toman vacaciones.

Llevados por nuestra inocencia dimos vuelta todo el departamento sin éxito, raramente lo que no existe, aparece.

Entonces en común acuerdo decidimos sacrificar las fichas del Sacoa, los duelos de metegol sin molinete, los helados de Chiozza y Catamarca, y los conitos, souvenir de chocolate para los viejos mientras él guardaba muy lentamente y con cara de compungido, sus cosas recién desempacadas para volver a la terminal. 

Ahi! En ese preciso momento deberíamos haber esperado o haberlo dejarlo salir para ver qué hacia, pero no pudimos. De los seis solo uno era tan garca. Al final él había viajado 400km para “cuidarnos” (o debería decir para vivirnos?) en nuestra primera aventura lejos de casa.

Los años son un par de anteojos que dejan ver más claro y desde lejos a los que vienen a cagarte la vida; o las vacaciones. Dos cosas que a los 15 años son lo exactamente lo mismo.

FIN.
Para mi San Bernardo querido ?

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