Diciembre de 2012. Hace casi 8 años que decidimos jugárnosla y venirnos todos a Miami con la idea de estar uno o dos años y probar “que onda” (las matemáticas nunca fueron lo mío ?)
Al principio parecía que todo los vuelos hacían escala en mi casa y costaba tipo AirBNB coordinar la visitas para que no se solapen y cada uno pueda tener sabana limpias en mi oficina que con la magia de IKEA se convertía en cuarto dos/tres estrellas (tampoco les voy a mentir! ?).
Doy fe que en algún momento el ritmo de visitas y combo de aeropuerto, Sawgrass, south beach, Playa me hincho un poco las bolas (uno también tiene su vida como para andar haciendo de coordinador de Bariloche) y entre las nuevas reglas alquilarte un auto y llevarte llave era casi mandatorio.
Después con el tiempo, en estos últimos años las visitas empezaron a disminuir. Los viejos se volvieron más viejos y la salud ya les empezó a complicar las 9 horas de viaje y armar la valija con meses de anticipación era un poco estresante.
Los del medio también se pusieron un poco más viejos paro sobre todo un poco más pobres, ya que terribles devaluaciones hacen casi imposible muchos viajes y no hipotecarse post-vacacion. Y por último los más jóvenes, esos que vinian a pasar el “verano” crecieron y entre el menú de destinos prefirieron otros un poco más divertidos (yo hubiera hecho lo mismo).
Y cómo si fuese poco, ahora ni viejos, ni adultos ni jóvenes pueden viajar a causa de una pandemia que nos obliga a todos a quedarnos paralizados.
Yo se que suena medio post bajón hasta acá, pero nada de eso. Se que todo eso va a cambiar, que vamos a estar mejor, que las cosas mejorarán, que la puerta de casa explotara de cajas (con compras anticipadas) y que volveré a perder mi oficina para servirle de cuarto a quien venga.
Todo pasará y estaremos mejor. Nos tomará tiempo, nos tomará sacrificios, pero volveremos. De eso esto seguro, que acá o allá nos veremos pronto!