Amor por docena

Un pantalón largo descansa perfectamente doblado raya con raya en el sillón del comedor sin saber que no saldrá otra vez a caminar por el patio.

Una pava vieja de lata, con manija de plástico quemada, espera fría y aún con un poco de agua sobre la tercera hornalla de la cocina sin saber que la ronda de mates con medialunas del abuelo no van a volver.

Los imanes de la heladera, todos perfectamente alienados y aburridos, esperan a que visitantes de domingo con manos de niño jueguen con ellos, los desordenen y los peguen unos con otros otra vez.

El Calendario de madera en la pared de la cocina, marca eternamente el 22 de Julio de 2020, como si después de esa fecha no hubiesen más días.

Ahí están. Miles de Objetos siguen detenidos en el tiempo esperando el regreso de sus dueños y de sus sueños.

Pero hay un objeto en toda esa casa repleta de cosas que se destaca sobre el resto.

Hay una docena de milanesas de carne, en la segunda bandeja del freezer del pasillo, que esperan por nosotros ahí congeladas.

En esas milanesas hay muchísimo más que carne, pan rallado y huevo.

En esas milanesas hay días de Jardín de infantes con la señorita Rosita, los mate cocidos en el parque y los pitucones en los pantalones siempre agujereados de la misma manera.

En esas milanesas hay almuerzos apurados luego de bajar corriendo del micro de Ruben o antes de salir apurado para las clases de gimnasia en La Fomento.

En esas milanesas hay largas visitas domingueras con una mesa llena de hermanos, de hijos, de nietos y de amigos.

Esas milanesas son mucho más que Carne, pan rallado y huevo, tienen un ingrediente secreto.

“el ingrediente secreto de la comida de mi vieja, era mi vieja” (@mercedesromerorusso dixit)

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